Disney, Perón y LSD, 20072008

El sueño de la razón I, 2007

Hilos de algodón y plastilina sobre madera

300 x 450 x 7 cm

El sueño de la razón I, 2007

[Detalle]

El sueño de la razón I, 2007

[Detalle]

El sueño de la razón II, 2008

Gibre, espejos, virulana y brea sobre madera

300 x 440 x 7 cm

El sueño de la razón II, 2008

[Detalle]

El sueño de la razón II, 2008

[Detalle]

Pilita I, 2007

Cera sobre madera

100 x 232 x 7 cm

Pilita II, 2007

Cera sobre madera

100 x 232 x 7 cm

Pilita III, 2007

Cera sobre madera

100 x 232 x 7 cm

Pilita IV, 2007

Cera sobre madera

60 x 250 x 7 cm

Pilita V, 2007

Cera sobre madera

60 x 250 x 7 cm

Pilita VI, 2007

Cera sobre madera

60 x 250 x 7 cm

EL SUEÑO DE LA RAZÓN
Ya sea que utilicen imágenes porno bajadas de Internet para representar la corrupción política de Argentina y sus obsesiones consumistas, o para mostrar la sexualidad felina y viciosa que despliega sus mercancías en uno de los parques de la ciudad, la mirada irónica de Mondongo permanece. No son artistas políticos, pero sería un error pasar por alto sus preocupaciones ideológicas y éticas, así como su compromiso con la formación de un código estético más colectivo, por medio de un desposorio de la cultura vernácula contemporánea en términos de imágenes y materiales.
¿De qué otra forma podemos leer El sueño de la razón (2008), por ejemplo, si no es con una mirada ideológica y alegórica? Este trabajo inmenso, que tiene una doble versión –una en lana y plastilina y otra en cera–, no es simplemente la imagen de una escena de violación, sino también la imagen de la violación de un país; un símbolo doloroso, brutalmente maltratado. Hay una versión en blanco y negro, y otra, un poco más suave, en color, donde el fondo contextualiza los significados dentro de la obra y hace que se vuelvan más complejos. La imagen se extrajo de la prensa sensacionalista y trata de un caso conocido pero hasta ahora sin resolver, el de una violación en diciembre de 2003. El hecho ocurrió en los jardines de un extraño predio que Perón hizo construir en los años 50, La República de los Niños: una república en miniatura con sus propios senadores, diputados, ministros, Iglesia, vías ferroviarias, etc. Mondongo no se centra simplemente en un crimen atroz sino que también observa un período de inmensa agitación, en que la dictadura e incluso la democracia aparecen como fantasías cuyos crímenes siguen sin resolver. Manuel –uno de los tres miembros de Mondongo– extiende la gama de significados en su particular lectura de la obra: “Hay un mito que dice que Walt Disney, cuando visitó la Argentina en la década del cincuenta, se inspiró en la República de los Niños para crear Disneylandia. Si eso fuera verdad, sería un eco del pasado que vuelve a sonar en la historia reciente, con extranjeros del ‘mundo civilizado’ que siguen comprando y explotando todo lo que tenemos –desde los servicios públicos, hoy en manos de compañías internacionales como resultado de privatizaciones ilegales y espurias en las que nuestros políticos se llenaron los bolsillos, hasta los recursos naturales, como los viñedos, la producción de lana y soja y hasta la emblemática industria de la carne, para terminar con el punto de máximo sinsentido en el que no podemos ingresar en el ochenta por ciento del territorio de los Lagos del Sur (una de las mayores reservas de agua natural del planeta) porque pertenece a terratenientes extranjeros, principalmente de Estados Unidos y de Europa”. Perón concibió su República con propósitos didácticos, con el objetivo de inculcar a los niños su particular lectura demagógica de la democracia. En el tiempo de su construcción, la República resultó una atracción maravillosa donde los niños podían disfrutar del sentido de la vida en una ciudad ideal. Fue construida específicamente para niños huérfanos y marginados. Hoy es una ciudad fantasma, triste y llena de sombras del pasado, como historia congelada; un recordatorio elocuente pero silencioso y lleno de misterio, oscuro como el período histórico que evoca, escenario posible de hechos criminales.
La primera de las imágenes de esta serie presenta la desolación. El estar hecha en cera aumenta el sentido de la opacidad y le da una textura cadavérica. Los materiales exacerban la forma abandonada y grotesca de la víctima, su estado de desnudez abusada. Se trata de un tiempo en el que la muerte violenta y los abusos de poder eran corrientes. Si bien es cierto que La República de los Niños, como locación oscura y amenazante, puede servir de metáfora para todo el resto de las repúblicas bananeras de cualquier parte del mundo, dentro del contexto argentino la imagen adquiere connotaciones múltiples que amplían su campo de referencia más allá del cuerpo abandonado y del acopio de sombras que dan a la obra la densidad horrorosa de lo particular. La imagen que la acompaña es más suave, trabajada en lana y plastilina, y en ella la víctima está más situada en los vericuetos de la memoria y la imaginación, es más una parte del paisaje que un símbolo descarnado.
—Kevin Power, 2010