MERCA
Más precisa, creo, ha sido su representación del dólar. Las obras de arte no tienen sentido hasta que no pasan a través del filtro de la interpretación; a partir de ahí circulan en el lenguaje. Es en el proceso de esta negociación que adquieren el estatus de moneda social. Las obras de arte necesitan de las delicadezas de la contextualización y tienen que ser puestas a prueba por una recepción crítica que busca cierto grado de consenso. El dólar ha sido representado con frecuencia a partir del arte pop. Se ha convertido en una más de tantas imágenes banales, pero en el contexto de la historia socioeconómica argentina tiene una presencia predominante, y sus significados son locales (o “glocales”, en el sentido de que muchas partes del mundo que han vivido la globalización conocen sus efectos traumáticos). A lo largo de una década, el peso argentino vivió el sueño falso de la paridad, sostenido artificialmente por un gobierno que atiborró sus bolsillos y los de sus cómplices; y hoy, un país que alguna vez tuvo una clase media pujante, educada y profesional, se ha convertido en un territorio de ricos y pobres, con una economía dependiente del comercio turístico y un neo-colonialismo prepotente e ignorante por parte de España.
La instalación del billete del dólar, adecuadamente construida con clavos, está rodeada por una invasión de gatos callejeros, que no sólo viven entre los desechos sino que luchan salvajemente por ellos. Hoy podemos ver ecos de esas imágenes en el derrumbamiento de la economía global. La Argentina ha conocido la incertidumbre por décadas y ahora la economía neoliberal está atravesando una profunda crisis. El dólar vicioso de Mondongo, milagrosamente suspendido en el aire, es un rutilante símbolo del fracaso masivo.
—Kevin Power, 2010
Merca, 2005—2019