LA REPÚBLICA DE LOS NIÑOS/PANÓPTICO
Mondongo lee el mundo con ironía, y a veces a través de la parodia o del pastiche postmoderno. Ya sea que utilicen imágenes porno bajadas de Internet para representar la corrupción política, hinchada e insaciable de Argentina, y sus obsesiones consumistas, o para mostrar la sexualidad viciosamente felina, moderna y gay que despliega sus mercancías en uno de los parques de la ciudad, la mirada irónica permanece. La Argentina post–2001 desapareció virtualmente del mundo como resultado de una política exterior inexistente y de su arraigada corrupción interna. Brasil gana hegemonía y son pocos los estadistas que parecen interesados en hacer un viaje a Buenos Aires. Los Kirchner no han podido reconocer que la Argentina no puede sobrevivir por sí sola, y que necesita negociar eficazmente con Bolivia, Venezuela, Uruguay, y el Mercosur. Por necesidad, todos han tenido que aprender a sobrevivir solos o, más exactamente, los que han aprendido sobreviven, y los que no quedan colgando de las yemas de los dedos. El trabajo de Mondongo está, por lo tanto, naturalmente lleno una señalización irónica e incluso cínica. Es así como, inevitablemente, ven lo que ven: o un sistema artístico o política. La suya es una relación paródica que usa y abusa y, como tal, se mueve hacia un discurso público que busca, abiertamente, evitar el esteticismo y hermetismo modernista y su automarginación política concomitante.
No son, desde luego, artistas políticos, pero sería un error pasar por alto sus preocupaciones ideológicas y, más precisamente, éticas, así como su compromiso con la formación de un código estético más colectivo, por medio de un desposorio de la cultura vernácula contemporánea en términos de imágenes (periódicos, internet, reproducciones, fotos propias tanto como prestadas) y materiales (condones, fósforos, bolsas de plástico).
¿De qué otra forma podemos leer con eficacia La República de los Niños, por ejemplo, si no es con una mirada ideológica y alegórica? Este trabajo inmenso, fue abordado en diferentes trabajos: una doble versión –una en lana, hilo y plastilina (combinación que han utilizado en un número de trabajos), otra en cera– y una desde su serie panóptico. No es simplemente la imagen de una escena de violación, sino también la imagen de la violación de un país; un símbolo doloroso, brutalmente maltratado, como una princesa postmoderna que cayera víctima de la violencia natural que es frecuente en nuestro malestar social masivo. Hay una versión –fuerte– en blanco y negro y otra, un poco más suave, en color, donde el fondo contextualiza los significados dentro de la obra y hace que se vuelvan más complejos. La imagen se extrajo de la prensa sensacionalista y trata de un caso bien conocido pero hasta ahora sin resolver, el de una violación en diciembre de 2003. El hecho ocurrió en los jardines de un extraño predio que Perón hizo construir en los años '50, La República de los Niños: una república en miniatura con sus propios senadores, diputados, ministros, Iglesia, vías ferroviarias, etc. Sin embargo, Mondongo no se centra simplemente en un crimen atroz sino también mira atrás hacia un período de inmensa agitación, en que la dictadura e incluso la democracia aparecen a menudo como fantasías cuyos crímenes siguen sin resolver. Este fue un período que comenzó con Perón, continuó durante la dictadura, pasando por Alfonsín y Menem, como una montaña rusa repugnante. Manuel extiende la gama de significados en su particular lectura de la obra:
“Hay un mito que dice que Walt Disney, cuando visitó la Argentina en la década del cincuenta, se inspiró en la República de los Niños para crear Disneylandia. Si eso fuera verdad, sería un eco del pasado que vuelve a sonar en la historia reciente, con extranjeros del “mundo civilizado” que siguen comprando y explotando todo lo que tenemos –desde los servicios públicos, hoy en manos de compañías internacionales como resultado de privatizaciones ilegales y espurias en las que nuestros políticos se llenaron los bolsillos, hasta los recursos naturales, como los viñedos, la producción de lana y soja y hasta la emblemática industria de la carne, para terminar con el punto de máximo sinsentido en el que no podemos ingresar en el ochenta por ciento del territorio de los Lagos del Sur (una de las mayores reservas de agua natural del planeta) porque pertenece a terratenientes extranjeros, principalmente de Estados Unidos y de Europa.”
Perón concibió su República con propósitos didácticos, con el objetivo de inculcar a los niños su particular lectura demagógica de la democracia. En el tiempo de su construcción, la República resultó una atracción maravillosa donde los niños podían disfrutar del sentido de la vida en una ciudad ideal. Fue construido específicamente para niños huérfanos y marginados. Hoy es una ciudad del fantasma, triste y llena de sombras del pasado, como historia congelada. Funciona como recordatorio elocuente pero silencioso y lleno de misterio, oscuro como el período histórico que evoca, y vulnerable a hechos criminales.
La primera de las imágenes de esta serie presenta la desolación, como una película de terror en blanco y negro. El estar hecha en cera aumenta el sentido de la opacidad y le da una textura cadavérica. Los materiales aumentan la violencia y hacen foco en la forma abandonada y grotesca de la víctima, y de su estado de desnudez abusada. Se trata de un tiempo en el que la muerte violenta y los abusos de poder eran corrientes. Si bien es cierto que La República de los Niños, como locación oscura y amenazante, puede servir como metáfora para todo el resto de repúblicas bananeras de cualquier parte del mundo, dentro del contexto argentino la imagen adquiere connotaciones múltiples que amplían su campo de referencia más allá del cuerpo abandonado y del acopio de sombras que dan a la obra la densidad horrorosa de lo particular. La imagen que la acompaña es más suave, trabajada en lana y plastilina, y en ella la víctima está más situada en los vericuetos de la memoria y la imaginación, es más una parte del paisaje que un símbolo descarnado.
—Kevin Power, 2009
Panópticos, 2008