ARGENTINA
No hay tantos artistas contemporáneos que hayan pintado paisajes, pero los que lo han hecho, han sido excepcionales. Laffitte y Mendanha han encontrado su propia manera de abordar este género; no pretenden tratar con la nostalgia o la memoria, ni competir con la realidad fotográfica, ni cuestionar cómo representar la naturaleza, ni ser asociados con un “ismo” más amplio: realismo, simbolismo, o impresionismo. No vuelven a las presencias abrumadoras de los románticos nórdicos, ni a los universos ordenados de Claude Lorrain o Nicolas Poussin, ni al decoro cómodo de la burguesía de los impresionistas, ni a la tradición rica de paisajistas argentinos del siglo XIX. Hacen lo que siempre han hecho: reaccionar y actuar. Siempre se han empeñado en defender su libertad para no atarse a un lenguaje o estilo, se dirigen al mundo a través de ideas, oportunidades e imágenes que han proporcionado energía, momentáneamente, a sus propias experiencias. Sus versiones nos sobrecogen por esa impactante presencia inmediata que ellos mismos, como artistas y como personas, han tenido que sentir. Transmiten una impresión de pavor y de asombro, de misterio y espiritualidad: una sensación de sorpresa ante el complejo tejido de tensiones del mundo.
El origen de esta serie se encuentra en un viaje que Laffitte y Mendanha hicieron a la finca de un amigo en Entre Ríos para pasar un largo fin de semana. Se trata de una provincia relativamente deprimida, no explotada, pero rica en recursos y, como tal, ofrece una imagen algo desalentadora y con la marca de la crisis económica argentina; una imagen que nos habla de la gente común, de dónde y cómo viven, y quiénes son.
Manuel y Juliana tomaron una gran cantidad de fotografías durante aquel viaje pero, sobre todo, se quedaron impresionados por el drama de aquel paisaje, empapado y abrumador; por la putrefacción fecunda de la vida vegetal y por las señales de muerte y renacimiento tras las devastadoras y frecuentes inundaciones. Estaban entusiasmados con el proyecto de pintar paisajes e intrigados por el resultado. De modo que, poco a poco, se encontraron atrapados por él, como moscas en una tela de araña. Se dieron cuenta de que aquellas imágenes podrían ser transferibles o aplicables a la situación social del momento. Argentina se encontraba prisionera, una vez más, de un ciclo económico; inmersa en una caída libre y desorientada en medio de la corrupción flagrante y la ausencia de visión política. Los ricos, por descontado, ya habían puesto su dinero a buen recaudo en los bancos suizos o en los paraísos fiscales caribeños, o lo habían convertido en dólares norteamericanos. La clase media, por su parte, estaba en proceso de volver a perder todo lo que había ahorrado: la devaluación y la inflación la iba haciendo menguar poco a poco. Y allí, en los paisajes de Entre Ríos, se podía percibir una situación simbólica similar al ground zero: una sensación de hundimiento de la nada a lo menos que nada.
Aunque también es preciso señalar que nuestra conversación se desarrolló durante el transcurso de la realización de la serie y, con el paso del tiempo, se fue haciendo patente que las dimensiones sociales o políticas de las obras pesaban menos, en este caso, que las connotaciones alegóricas, metafóricas y poéticas, en las que el espectador encontraría sus propias lecturas subjetivas.
—Kevin Power, 2013
Argentina, 2009—2013